Estoy hecho de libros, no de
células, menos aún de moléculas o átomos. Si se me observa mediante un
microscopio podrán comprobarlo: huesos constituidos por ínfimos libros blancos de
arquitectura y biología; músculos y tendones
fabricados con fibrosas páginas trenzadas provenientes de textos
filosóficos; órganos internos confeccionados a partir de compendios filosóficos
y de mecánica del movimiento; cerebro conformado por micro enciclopedias y
textos especializados en electrónica, astronomía, política, economía y
telecomunicaciones. La sangre es un concentrado de narrativa de ficción que
alimenta todo el sistema. La carne, una mixtura de poesía y ensayo. El sistema
digestivo se compone de tratados de química y bioquímica. Como podrá imaginarse,
el sistema excretor resulta de una concatenación de elementales librillos de autoayuda. ¿Y la piel?,
preguntará usted; pues, páginas con fotografías, reproducciones de cuadros,
iluminaciones y otros diseños. ¿Y usted, de qué está hecho? ¿Será muy diferente
a mí?
24 febrero, 2016
19 febrero, 2016
El arte del cambio
Para el otoño, con la ayuda del
helado viento, el pájaro se transformó en hoja. Por aburrimiento y cansancio la
hoja devino en saudade; la devoró un poeta y así se convirtió en literatura, y
después en libro. El libro llegó a las manos de un niño en una apartada región
del sur, donde reinaban los glaciares y los bosques interminables. El niño leyó
el libro, consumió el otoño bañado de hojas que volaron por sobre los árboles y
los glaciares, trocadas en bellos pájaros bermellón y azul eléctrico.
11 febrero, 2016
Delirium Tremens
Había bebido en exceso aquella
noche, al igual que todas las precedentes. Cuando levanté la cabeza tras echar
un sueñecito, el esqueleto todavía estaba allí, justo en frente de mí,
echándose un tequila tras otro. Fumaba con la misma intensidad y el humo
escapaba por el hueco de sus órbitas y por sobre la mandíbula.
Entonces concluí que había
comenzado con el delirium tremens. Ya era hora. Tendría que habitar en un mundo
lleno de espantajos como aquél. Mucho mejor que mi antiguo entorno. Había
conseguido mi objetivo. Suspiré con alivio. El esqueleto me sirvió una ración
de tequila, del que más me gusta.
06 febrero, 2016
La tierra prometida
De pronto el celular de Moisés se
largó con una pieza de rock sinfónico. El viejo contestó rabioso, en esencia
porque siempre estaba de mal humor. Una voz grave lo conminó a subir al monte
más cercano. Moisés estaba perezoso y quiso negarse, pero la voz se alzó con
furia y tuvo que rendirse. Subió a duras penas, blasfemando. Llegó hasta una
zarza cerca de la cima, y de nuevo sonó el teléfono. “arrójalo dentro de la
zarza”, ordenó la voz y Moisés acató. La zarza se incendió sin arder, algo raro.
El anciano entró en trance neurolingüístico y recibió una serie de
instrucciones. Descendió reconvertido en líder. El teléfono quedó dentro de la
zarza; al poco rato se auto desintegró, tal
como estaba previsto
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